El
jardín es el nombre que recibió una escuela filosófica a las afueras de Atenas
(cerca de la Academia de Platón) y que estaba dirigida por Epicuro. Se
encontraba en el camino de El Pireo y por aquellos entonces la ciudad había
perdido la primacía de tiempos pretéritos. En este jardín, Epicuro desarrollo
una filosofía ajena a los planteamientos intelectuales de la época
desarrollando un verdadero amor por la naturaleza y la vida en el campo.
Estos
filósofos eran conocidos como “los del jardín” y coexistían con La Academia de
Platón, entonces a cargo de Crates de Triaso y con El Liceo de Aristóteles,
dirigido por Teofrasto. A diferencia de estas escuelas o a diferencia de los
estoicos (Stoa) que nace en los soportales del Ágora de la Acrópolis, los epicureos
llevan una vida que se sustenta en el trabajo agrícola en un lugar tranquilo en
el que reflexionar a partir de largas charlas, copiosas comidas y simposio. Además
en el jardín eran aceptadas toda clase de personas de cualquier condición;
gente de vida disoluta, esclavos o mujeres y esto en la época era un verdadero escándalo.
Epicuro
llevó las riendas de esta escuela hasta su muerte a los 72 años, momento en el
cual agarra las riendas Hermarco. El epicureísmo se introdujo en Roma, de hecho
en el siglo I de nuestra era fue la corriente filosófica más popular, el
movimiento en boga. Pero después fue echada a un lado, sus premisas chocaban de
frente contra los dogmas del catolicismo, el cual prefirió el estoicismo, que
tenía una ética más acorde a sus valores.
El
epicureísmo basaba su doctrina filosófica en la búsqueda del placer (voluptas)
por lo que no fue una escuela bien vista en Roma. En la edad media Epicuro era
conocido a través de Cicerón y el padre de la iglesia cristiana, Agustín de
Hipona consideraba a esta escuela un puñado de cenizas frías. Sus ideas de vivir
para el placer sin caer en el exceso como la mayor de las virtudes era
peligrosa para la cosmovisión de la iglesia, la cual adaptó y perturbo las de Aristóteles
y Platón para que les encajara. Y ya en el siglo XIX un joven Karl Marx
presenta una tesis doctoral brillante en la que insiste en retomar a Epicuro y
sus ideas hacia el ser humano y apartar, de una vez lo que considera “la
dictadura aristotélica”
Es
buena idea hacer caso a Epicuro y vivir para el placer como el mejor dogma “Si
te causa placer no puede ser malo”