EL EXPERIMENTO DE STANDFORD

 


El experimento de la cárcel de Standford es uno de los más siniestros de la historia de la psicología, un experimento de un par de semanas no llegó a terminar la primera. Años después Philip Zimbardo, el director del experimento reconoció que la situación los absorbió a él y a su equipo, solo una alumna de postgrado llamada Christina Maslach que llegaba al laboratorio tras ver unos minutos, escandalizada se marchó llorando tras lo que había visto.

La idea era comprobar como afectaba el rol de poder a los individuos y para eso se le ocurrieron poner un anuncio en el que pagaban una verdadera fortuna para un estudiante 15 dólares  (imagina ser estudiante hoy en día y cobrar 90€ al día) y se presentaron bastantes. Hicieron una selección, todos chicos normales de clase media, hogares felices y estables, en definitiva todos eran buenos chicos. Así que una vez hecha la selección dividieron los chicos en dos grupos, presos y carceleros. La elección fue de forma aleatoria y la puesta en escena digna de Hollywood. En los sótanos de la universidad de Standford recrearon un módulo de una prisión, a los carceleros se les dio uniformes, porras y gafas de sol para no tomar contacto visual y aunque se les prohibió golpear a los presos se les ordenó mantener la calma a cualquier precio. En cambio los presos fueron arrestados en sus casas por robo a mano armada y otros cargos leves, Zimbardo contaba con la colaboración de la policía de Palo Alto. Los chicos que les tocó ser prisionero fueron desnudados, con una bata por encima como única ropa, unos grilletes en los pies, unas chanclas y un número, ya no tenían nombre, los deshumanizaron y hay que tener en cuenta que ellos no sabían que estaban en el experimento, los había detenido la policía, le taparon los ojos en comisaria tras imputarle cargos falsos, ficharlos y tomarles huellas dactilares, todo el proceso de detención y los metieron en aquella prisión.



Y llegó el desastre, desde primera hora los presos aceptaron el rol de presos y un trato vejatorio y humillante tras un intento de motín fallido al segundo día, que los propios chicos guardias se ofrecieron voluntarios para sofocarlo sin cobrar horas extras y sin supervisión utilizaron extintores para ello y ya la primera noche los abusos psicológicos por parte de los guardianes cuando pensaban que las cámaras no grababan aparecieron, uno de los presos se declaró en huelga de hambre y le hicieron cargar con unos cuantos kilos de salchichas con los brazos en cruz. El maltrato psicológico y los trabajos forzados eran bestiales, los dividían en presos buenos y malos para que entre los presos creyeran que había informadores, se les abandonó la higiene e ir al baño no era un derecho, era un privilegio, se les obligaba a ir desnudos, se les prohibía la comida o desnudos los hacían dormir sobre el suelo de hormigón.

Zimbardo se enfadó, estaba tan metido en ello que intentó trasladarlos a una prisión de verdad, una propuesta que la policía de Palo Alto rechazo. Los prisioneros comenzaron a mostrar desordenes emocionales, los llantos y el pensamientos desorganizado se volvieron comunes, dos de ellos sufrieron traumas muy severos.

Al final el experimento se suspendió 8 días antes de lo previsto y como todos los experimentos sobre las posturas de poder de unos individuos sobre otros nos hace replantearnos muchas cosas.

 

 


ERNEST HEMINGWAY


Ernest Miller Hemingway nace en Oak Park en 1899, para ser concretos el 21 de Julio, su padre era médico y su madre música y aunque el nombre de Ernest se lo pusieron por su abuelo materno él lo odiaba porque le recordaba al personaje creado por Óscar Wilde en la obra “La importancia de llamarse Ernesto” Su madre le enseñó música pero eso no le interesaba en absoluto, los deportes sin embargo se le dieron bien; atletismo, boxeo, waterpolo o fútbol americano. Y luego fue una de las figuras más importantes de la generación perdida, tuvo una azarosa vida, viajó, conoció a los escritores más importantes de su generación y estuvo en varias guerras hasta que en 1961 se levantó de la mesa, se asomó a la cocina y le dijo a su pareja “Hasta mañana gatita” y unos minutos después se oyó un tiro, en la habitación donde guardaba las armas estaba su cuerpo sin vida junto a una de sus escopetas, un tiro en la boca acabó con el premio nobel en su casa de Ketchum.

Ya se había iniciado en el periodismo cuando se alistó voluntario como conductor de ambulancias de la Cruz Roja para ir a la I guerra mundial, pero fue herido de gravedad y condecorado en la campaña de Italia y fue devuelto a Estados Unidos, allí siguió en el periodismo y se trasladó a París; Pound, Picasso, Joyce o Gertrude Stein entre otros figuraban en su lista de amistades, sin olvidar por supuesto a quién fue su mejor amigo Francis Scott Fitzgerald. Estuvo también en la guerra civil española acompañado del escritor John Dos Passos y luego en la II guerra mundial como corresponsal en ambas.


De aquellos días de conflictos nacieron títulos como “Adiós a las armas” inspirada en sus vivencias como conductor de ambulancias en la I guerra mundial y “Por quién doblan las campanas” donde al protagonista “El Inglés” le es asignada la misión de volar un puente, inspirada en sus vivencias en España.

Hemingway declaraba que su literatura era como un iceberg, donde solo se ve la superficie pero hay todo un mundo en su interior, oculto a simple vista, confesaba que aquella forma de escribir la había adquirido por sus días de corresponsal donde estaba obligado a escribir frases cortas y duras por estar limitado a un número concreto de palabras.

Sus novelas sean tal vez más populares que sus cuentos aunque estas son estilísticamente menos valiosas, ya que los relatos al ser más cortos suelen tener más brillantez; Los asesinos, Las nieves del Kilimanjaro, Colinas como elefantes blancos o Un gato bajo la lluvia entre otros muchos lo confirman y es en el ocaso de su vida cuando una novela corta “El viejo y el mar” alcance quizá la cima de la sensibilidad aun sin caer en sensiblerías ni tópicos de ninguna clase.

Hemingway tuvo también una agitada vida amorosa, se casó varias veces, tuvo hijos… y como es de imaginar un tipo que asiste a varias guerras es un tipo que pierde algo de corazón en el camino. Tras su muerte, un suicido al que lo llevó una gran depresión y unos grandes problemas de alcoholismo su esposa dijo “Ernest ha muerto de un cáncer en el alma” acertada expresión para alguien que ha visto tanta metralla y tanta sangre. Claro que también hubo felicidad, en Cuba, donde vivió al final, hasta poco antes de volver a Estados Unidos, allí parece que mantuvo una cierta amistad con Fidel Castro, que era 30 años más joven y con quien le gustaba hablar de pesca y la batalla de Majadahonda, pero de esto se sabe poco y se escribe mucho. Cierto es que vivía en una casa amplia llena de gatos, escribía, bebía y pescaba y parecía feliz.

A pesar de todo, Ernest Hemingway, que tiene tantos detractores como admiradores es alguien que no solo escribió y lo hizo bien además dejó una escuela literaria de la que bebieron Bukowski, Carver y por supuesto un servidor, ya que siempre confieso abiertamente mi admiración hacía su obra y con orgullo lo tomo como uno de mis maestros.

 


 

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