Un
contenedor de zapatillas Nike caído al mar hizo que Curtis Ebbesmeyer
encontrara su camino, ya que al aparecer esparcidas por la costa, Curtis intuyó
que aquellas zapatillas serían un buen marcador para estudiar las mareas. Por
cierto, las zapatillas navegaban flotando con la suela hacia arriba debido a
las innovadoras cámaras de aire de la época, tan populares en las zapatillas de
deporte, por lo que el sol no se comió el color de la tela a lo que mucha gente
se dedicó a recogerlas, limpiarlas y revenderlas.
Pero
el oceanógrafo encontró el filón un par de años más tarde en otro contenedor
caído al mar, esta vez con juguetes de baño infantiles. Miles y miles de
tortugas verdes, castores rojos o patitos de goma amarillos que sirvieron como
balizas para localizar y estudiar su recorrido y así las corrientes marinas. Se
asoció con James Ingrahan, un científico del Servicio de Pesca de la Marina
Nacional y diseñaron un software. Desde los primeros juguetes aparecidos en
noviembre de 1992 a 3200 kilómetros donde volcó
el contenedor llegado desde Hong Kong. Los patitos de goma amarillos siguen a día de
hoy ayudando a lograr increíbles avances apareciendo en lugares lejanos e
insospechados; desde Sitka hasta Alaska o desde las Islas Aleutianas hasta
Kamchatka en Japón. Nunca antes tanta basura ayudó al estudio de las mareas.
Pero
el oceanógrafo Curtis Ebbesmeyer ha ido más allá en su afán de estudiar las
mareas siguiendo toda esta basura arrojada al agua. Algunas veces de forma muy
siniestra, por ejemplo, se dio cuenta que los suicidas que se ahogaban atados a
algo de peso que los dejaba atrapados en el fondo eran desmembrados por las
corrientes pero poco a poco, articulación a articulación, por lo que lo primero
en ser amputado eran los pies. Debido a la forma contraria de pie izquierdo y
pie derecho, cada uno de ellos elegía una ruta diferente, llegando cada uno a
lugares opuestos.
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