LOS FITZGERALD (EL AMOR Y LA LOCURA)


Scott y Zelda Fitzgerald lo tuvieron todo; amor, fama, éxito, dinero… y todo lo perdieron. Tras una vida de ensueño se asomaron al abismo de la autodestrucción, en el cual él murió solo y alcoholizado y ella encerrada en un manicomio mientras este ardía, una vida y muerte de novela para unos personajes de novela.

Como ocurre muy pocas veces en la vida de un escritor, que por lo general está plagada de fracasos y reveses de la vida, la literatura y sobre todo el mundo editorial, Francis Scott Fitzgerald logró el éxito a una edad temprana y sin ningún tipo de experiencia como escritor con la novela A este lado del paraíso allá por 1920, el mismo año que se casa con la joven y guapa Zelda, una chica de bien, de una buena familia de Montgomery, Alabama, la numero uno del lugar. Una chica que no está dispuesta a casarse con cualquier vago, bohemio que se diga escritor pero Scott parece tomárselo muy en serio y lo que aún no sabe la joven Zelda es que se casará con uno de los escritores más grandes de estados Unidos y la cabeza visible de La generación perdida.


Y es que la vida de Scott y Zelda era un sueño, siempre felices en las fotos, rodeados de ginebra y de jazz, el espíritu mismo de los locos años veinte. Se marcharon a vivir a Europa y conocieron de primera mano la Paris de entreguerras. En 1921 tuvieron una hija pero eso no era una excusa para faltar a ninguna fiesta, tenían varias niñeras que hacían su trabajo de padres en casa, pero la vida glamurosa y envidiable que parecían tener no era del todo sincera ya que en la intimidad mantenían una guerra abierta alentada por los celos y las envidias. Por aquella época Scott no había sido infiel a Zelda, o al menos así se lo confiesa a su amigo Ernest Hemingway.

La convivencia se hace imposible y Zelda decide trasladarse a las Antibes, en la Riviera cansada de vivir con un marido que anda todo el día borracho. Por aquellos días Scott vive ensimismado escribiendo El gran Gatsby. La obra que lo encumbraría definitivamente en 1925. En la Riviera es Zelda la primera en ser infiel con un piloto francés llamado Edouard Jozan. Poco después Zelda le pide el divorcio y Scott se niega, tras esto el joven piloto francés decide dejar aquella relación. Scott piensa que estás cosas suceden y lo dejan pasar volviendo a ser el prototipo de matrimonio ideal.

Pero después de aquello nada volvería a ser igual, el propio Scott escribe “Supe que había pasado algo que nunca podría repararse” pero hasta entonces la vida ostentosa que habían tenido no estaba nada mal, para un chico de Princenton, y una niña mimada de Alabama a la que su padre dejó de consentirle todos sus caprichos para que lo hiciera su marido. Pero Zelda estaba muy lejos de ser una chica florero sin talento, al contrario; escribía, pintaba… sus padres siempre le dieron rienda suelta a su creatividad.

Aquellos días acabarían por ser retratado por Scott en Suave es la noche pero el mismo material lo utilizó Zelda para escribir Resérvame el vals aquel episodio hizo a Scott montar en cólera, hasta el momento sus vidas y todo lo que lo rodeaban era material exclusivo de él, utilizando incluso fragmentos de cartas y diarios. Pero se aireó la teoría de que ella se alimentó del talento de Scott, teoría que defendía entre otros Hemingway, que afirmaba que sentía celos del gran talento de su amigo. Eleanor Lanahan nieta de ambos no cree que ninguno absorbiera el talento del otro.

Fue en 1930 cuando Zelda sufre la crisis que provoca su primera hospitalización, poco después se le diagnostico esquizofrenia, lo que la llevó a ir de un hospital a otro. Mientras Scott logró salvar de vez en cuando algún destello de su talento y su creatividad del alcoholismo que lo consumía en una aparente vida tranquila junto a Sheilah Graham, fue en 1940 cuando falleció escuchando un partido de futbol por la radio, algo no muy épico. Pero el final de Zelda fue más horrendo, ocho años después cuando salió ardiendo el hospital Higland, en Carolina del Norte donde se encontraba ingresada. La sacaron calcinada.

Los restos de ambos descansan juntos bajo una inscripción que dice así “Y así seguimos empujando, botes que reman contra la corriente, atraídos incesantemente por el pasado” y es que así termina El gran Gatsby


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